domingo, marzo 11, 2007

DESDE EL PORTAL

Sentía que se elevaba, mientras subía miraba su propio cuerpo recostado en una camilla iluminada por luces blancas, a su alrededor un grupo de personas con vestimentas blancas y mascarillas celestes, las veía desconsoladas, entre ellas logró reconocer a dos de sus grandes amigos. Uno cubrió su cuerpo con una sabana blanca, mientras el otro salia de aquella habitación con la tristeza en sus hombros. Afuera esperaban familiares y amigos las noticias de lo que estaba ocurriendo, las que llegaron con un breve: "lo siento". El momento de angustia y expectativas en la sala de espera se transformó en llantos, gritos, sollozos, miradas perdidas, cuerpos inmóviles, desolación, impotencia, desorientación y algunos otros sentimientos y acciones que Jeremías nunca había visto en sus mas cercanos. En ese momento los pudo ver desde aquel lugar el cual esperaba estar cuando fuera un anciano y no en su juventud.
Mientras subía y miraba al mundo que estaba dejando, Jeremías no sentía pena ni angustia, sentía paz y tranquilidad, envuelto en un mundo agradable, se sentía parte de ese mundo. De un momento a otro estaba frente a un portal gigante e imponente, con una majestuosidad despampanante, cubierto con las flores más hermosas que jamas había visto, de todos los colores, ordenadas armónicamente, todo era iluminado con una luz blanca que emanaba de su interior, no podía distinguir cuando trataba de mirar, pero si estaba seguro que era la entrada al paraíso del que muchas veces le hablaron.
Se detuvo un instante antes de entrar y regresa su mirada hacia el mundo terrenal que había dejado, buscó a sus mas cercanos y todos estaba reunidos alrededor de un ataúd de color café oscuro y cuatro velas en cada esquina, vio en su interior su cuerpo dormido vestido con un traje negro y camisa blanca, con esa corbata amarilla con un bordado muy fino de flores pequeñas que tanto le gustaba. Los orificios de su nariz estaban tapados por dos pequeños algodones, su rostro no mostraba desfiguración, mostraba una sonrisa que le hacia pensar a los demás que tenia un sueño alegre, un sueño del cual jamas iba a despertar. Puso mayor atención en los alrededores y se dio cuenta que su cuerpo estaba siendo velado en la pequeña capilla familiar ubicada en aquel pueblo en las faldas del majestuoso volcán que lo impresionó desde niño. Esta vez vio mucho movimiento tanto en la casa principal como en la capilla, eran familiares y amigos. Su padre y madre recibiendo condolencias, su abuela al costado derecho del ataúd vestida totalmente de negro siendo consolada por su hermano Gonzalo. Amigos que no veía hace mucho tiempo hacían acto de presencia. Baltazar y Atlas, sus fieles perros recorrían cada rincón de la finca, husmeando entre las personas buscando a su amo, sus platos de comida y agua estaban llenos, no comían hace días. Bajo el gran árbol jugaban sobrinos, primos y cuanto niño llegaba, poco entendían sobre lo que estaba pasando, fijó su mirada en su sobrina, esa almita pura y tierna que le hacia brillar los ojos, le hacia dibujar una sonrisa, cada vez que la miraba recibía un mensaje esperanzador que lo llenaba de energía, nunca nadie pudo lograr lo que esa pequeña lograba en Jeremías. Recordaba los momentos junto a esa pequeña cuando siente que alguien le toma el hombro y fue como una fuerza muy intensa que lo saco del mundo terrenal de forma casi instantánea y lo puso nuevamente frente a ese portal, al girar vio frente a él a su ángel, a ella que había partido del mundo hace 5 años por ese trágico accidente automovilistico, a ella que en sueños le contaba sobre lo maravilloso que es el cielo. Fue como si nunca estuvieron separados, ella tomo su mano y le dice: "ya has visto demasiado", indicando hacia su funeral. Entraron caminando por el portal y se perdieron en esa luz blanca y acogedora.